
El conocimiento de las verdades eternas es lo que nos distingue de los animales y nos hace poseedores de la Razón y de las ciencias, elevándonos hasta el conocimiento de nosotros mismos y de Dios. Y esto es lo que en nosotros se llama Alma razonable o Espíritu.
También por medio del conocimiento de las verdades necesarias y sus abstracciones nos elevamos hasta los actos reflexivos, que nos hacen pensar en lo que llamamos el yo y considerar que esto o aquello se halla en nosotros; y así, al pensar en nosotros mismos, pensamos en el Ser, en la Sustancia, en lo simple y en lo compuesto, en lo material y en Dios mismo, concibiendo que lo que en nosotros es limitado carece en Dios de límites. Y los tales actos reflexivos nos dan los principales objetos de nuestros razonamientos.
Entre otras diferencias que hay entre las Almas ordinarias y los Espíritus, algunas de las cuales ya se han indicado, está además esta; que las almas en general son espejos vivientes o imágenes del universo de las criaturas; pero los espíritus son, además imágenes de la Divinidad misma o del mismo Autor de la Naturaleza; son capaces de conocer el sistema del universo y de imitar algo de él en ciertas muestras arquitectónicas, siendo cada espíritu como una pequeña divinidad en su departamento.
(Monadologie,29, 30 y 83)
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